La disputa por un territorio que ha pertenecido ancestralmente a nuestro país, como es el espacio marítimo-territorial del Esequibo, constituye no sólo uno de los más fundamentales retos históricos de la geopolítica del Estado venezolano, sino de la humanidad en general, pues en medio de la Conferencia Internacional de la Haya de 1899, se cuestionaba la legalidad de los despojos territoriales por la sola compulsión de unos imperios ávidos de recursos y consumidores pasivos. Hoy, asistimos, a un proceso remozado, pero con los transgresores habituales, saqueadores de vidas y futuros posibles. La disputa del territorio Esequibo nos dice que la arremetida post-westfaliana, de una nuevo medioevo disfrazado de geoderecho y modernidad post-mortem, cobra toda su vigencia. El concierto internacional para un nuevo despojo es un hecho que de una u otra forma ha venido avanzando desde el mismo momento en que Gran Bretaña otorgó como concesión graciosa, la independencia a un país aún no consolidado como Estado, una especie de aparador de riquezas de fácil extracción, uso y consumo. El cambio de orientación ideológica y de propósitos nacionales en nuestro país a partir de 1999, constituye un excusa, porque las líneas gruesas habían sido definidas desde 1899. Como venezolanos responsables, comprometidos con el proceso revolucionario, presentamos el primer volumen de la colección fronteras marítimas, denominado Guayana Marítima, y que me honro en patrocinar para su difusión y dominio del público en general.
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